Betial Asmerom, estudiante de medicina de cuarto año en la Universidad de California-San Diego (UCSD), nunca había demostrado interés en ser doctora.

En su adolescencia, ayudó a sus padres, inmigrantes de Eritrea que hablaban poco inglés, a navegar el sistema de atención de salud en Oakland. Veía a médicos que eran irrespetuosos con su familia y que no se preocupaban por el tratamiento de la cirrosis, la hipertensión y la diabetes de su madre.

“Todas esas experiencias hicieron que no me gustaran los médicos”, dijo Asmerom.

“En mi comunidad siempre se decía: ‘Sólo ve al médico si estás a punto de morir'”.

Pero eso cambió cuando tomó un curso en la universidad sobre disparidades en salud. Se dio cuenta que otras comunidades de color sufrían lo mismo que su familia y amigos eritreos. Asmerom pensó que, como médica, podía ayudar a cambiar las cosas.

Hace tiempo que profesores y activistas estudiantiles de todo el país les piden a las escuelas de medicina que aumenten el número de estudiantes e instructores de comunidades poco representadas, para mejorar el tratamiento y fomentar la inclusión.

Pero para identificar las raíces del racismo y sus efectos en el sistema de salud, dicen, se deben hacer cambios fundamentales en los planes de estudio.

Asmerom es una de las muchas voces que piden una sólida educación antirracista. Exigen que las escuelas eliminen el uso de la raza como herramienta de diagnóstico, que reconozcan cómo el racismo sistémico perjudica a los pacientes, y que tengan en cuenta parte de la historia racista de la medicina.

Este activismo no es algo nuevo. White Coats for Black Lives (WC4BL), una organización dirigida por estudiantes que lucha contra el racismo en la medicina surgió a raíz de las protestas de Black Lives Matter en 2014.

Pero después del asesinato de George Floyd en Minneapolis, en mayo, las escuelas de medicina y las organizaciones médicas están bajo más presión para tomar medidas concretas.

Dejar de usar la raza como herramienta de diagnóstico

Durante muchos años, se ha enseñado a los estudiantes de medicina que las diferencias genéticas entre las razas tenían un efecto en la salud. Pero en los últimos años, estudios han encontrado que la raza no refleja eso de manera confiable.

El Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano observa muy poca variación genética entre las razas, y más diferencias entre las personas dentro de cada raza. Por eso, más médicos aceptan que la raza no es una diferencia biológica intrínseca, sino una construcción social.

Pero la doctora Brooke Cunningham, médica y socióloga en la Escuela de Medicina de la Universidad de Minnesota, señaló que en una idea difícil de abandonar. Forma parte de la manera en que los médicos diagnostican y miden las enfermedades, explicó.

Algunos médicos afirman que es útil tener en cuenta la raza cuando se trata a los pacientes; otros sostienen que conduce a prejuicios y a una atención deficiente.

Esas opiniones han llevado a una variedad de creencias falsas, como que los negros tienen la piel más gruesa, que su sangre se coagula más rápido que la de los blancos o que sienten menos dolor.

Cuando la raza interviene en los cálculos médicos, puede conducir a tratamientos menos eficaces y perpetuar las desigualdades basadas en la raza.

Uno de estos cálculos estima la función renal (eGFR, o la tasa estimada de filtración glomerular). El eGFR puede limitar el acceso de los pacientes negros a la atención médica porque el número utilizado para denotar la raza negra en la fórmula proporciona un resultado que sugiere que los riñones funcionan mejor de lo que lo hacen, según informaron recientemente los investigadores en el New England Journal of Medicine.

Entre otra docena de ejemplos que citan está una fórmula que los obstetras usan para determinar la probabilidad de un parto vaginal exitoso después de una cesárea, lo cual pone en desventaja a las pacientes negras no hispanas e hispanas, y un ajuste para medir la capacidad pulmonar usando un espirómetro, lo cual puede causar estimaciones inexactas de la función pulmonar para pacientes con asma o enfermedad pulmonar obstructiva crónica.

A la luz de estas investigaciones, los estudiantes de medicina piden a las escuelas que se replanteen los planes de estudio que tratan la raza como un factor de riesgo de enfermedad.

Briana Christophers, estudiante de segundo año en el Weill Cornell Medical College de Nueva York, dijo que no tiene sentido que la raza haga a alguien más propenso a las enfermedades, aunque los factores económicos y sociales jueguen un papel importante.

Naomi Nkinsi, estudiante de tercer año de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington en Seattle (UW Medicine), recordó haber asistido a una conferencia —junto a otras cuatro estudiantes negras en la sala— y haber oído que los negros son más propensos a enfermedades.

“Lo sentí muy personal”, expresó Nkinsi. “Ese es mi cuerpo, esos son mis padres, esos son mis hermanos. Ahora, cada vez que vaya a un consultorio, sentiré que no sólo no me consideran una persona completa, sino que soy físicamente diferente a todos los demás pacientes sólo porque tengo más melanina en la piel”.

Nkinsi ayudó en una exitosa campaña para excluir la raza del cálculo del eGFR en la UW Medicine, uniéndose a un pequeño número de otros sistemas de salud. Ella dijo que el logro, anunciado oficialmente a finales de mayo, se debió en gran parte a los incansables esfuerzos de los estudiantes negros.

Reconocer los efectos adversos del racismo en la salud

El Liaison Committee on Medical Education (LCME), órgano oficial de acreditación de las facultades de medicina de los Estados Unidos y Canadá, dice que se debe enseñar a los estudiantes a reconocer los prejuicios “en ellos mismos, en los demás y en el proceso de prestación de servicios de atención de la salud”.

Pero el LCME no exige explícitamente a las instituciones acreditadas que enseñen sobre el racismo sistémico en la medicina.

Esto es lo que los estudiantes y algunos profesores quieren cambiar.

El doctor David Acosta, jefe de diversidad e inclusión de la Asociación Americana de Escuelas de Medicina (AAMC, en inglés), reportó que cerca del 80% de las facultades ofrecen un curso obligatorio o electivo sobre disparidades en salud. Pero explicó que hay pocos datos sobre cuántas escuelas enseñan a los estudiantes a reconocer y combatir el racismo.

Un plan de estudios antirracista debería explorar formas de mitigar o eliminar el daño del racismo, indicó Rachel Hardeman, profesora de políticas de salud de la Universidad de Minnesota.

“Hay que pensar en cómo penetra esto en el aprendizaje de la educación médica”, dijo. Los cursos que profundizan en el racismo sistémico deben ser obligatorios, añadió Hardeman.

Edwin Lindo, profesor en la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington, dijo que se debería adoptar un modelo interdisciplinario, permitiendo a sociólogos o historiadores dar conferencias sobre cómo el racismo perjudica la salud.

Acosta dijo que la AAMC ha organizado un comité de expertos para desarrollar un plan de estudios contra el racismo para cada nivel de la educación médica. Esperan hacer público su trabajo este mes y hablar con el LCME sobre el desarrollo e implementación de estándares.

“Nuestra próxima tarea es cómo persuadir e influenciar al LCME para que piense en añadir cursos de capacitación antirracista”, dijo Acosta.

Reconocer el racismo en el pasado y el presente de la educación médica

Los activistas quieren que sus instituciones reconozcan sus propios pasos en falso, así como el racismo que ha acompañado a los logros médicos del pasado.

Dereck Paul, estudiante de medicina en la Universidad de California-San Francisco, dijo que quiere que en todas las facultades se incluyan conferencias sobre personas como Henrietta Lacks, la mujer negra que se estaba muriendo de cáncer cuando le extrajeron células sin su consentimiento, que se utilizaron para desarrollar líneas celulares que han sido fundamentales en la investigación médica.

Asmerom puntualizó que quiere que la facultad reconozca el pasado racista de la medicina en las clases. Citó un curso introductorio de anatomía en su escuela que no señaló que en el pasado, cuando los científicos trataban de estudiar el cuerpo humano, los negros y otros grupos habían sido maltratados. “Es como, OK, ¿pero no vas a contar que sacaron de sus tumbas cuerpos de negros para usarlos en el laboratorio de anatomía?” preguntó.

Aunque a Asmerom le alegra ver que su facultad escucha las reivindicaciones estudiantiles, siente que los administradores deben reconocer sus errores del pasado reciente.

“Alguien tiene que admitir cómo se perpetuó el racismo anti-negro en esta institución”, dijo Asmerom.

Asmerom, una de las líderes de la Coalición Antirracista de la UCSD, aseguró que la administración ha respondido favorablemente hasta ahora a las demandas de la coalición de invertir tiempo y dinero en iniciativas antirracistas. Y se siente cautelosamente esperanzada.

“No me atrevo a aguantar la respiración hasta que vea cambios reales”, concluyó.

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